No todo estaba perdido 

Por Mayte Calderón Grobet

“…Eres si acaso un pordiosero de la historia; el que recoge desperdicios después de la tragedia…” Con el Puño en alto de Juan Villoro

Ciudad de México, 17 de septiembre 2017

Magnitud sismo 7.1

Lo que me llamó la atención fue el juego de luces que se colaba por toda la estancia en escombros. Atravesaban cada orificio abierto de la mansión señorial, como reflectores en una escena teatral. El sismo había sido generoso con la casona y su estructura no había caído como tantas otras lo hicieron en la colonia Roma. 

Del techo colgaban trozos de varilla y al centro de la sala una maraña de alambres hacía las veces de lámpara principal. Le aportaba un toque de salón, aunque los muros estuvieran resquebrajados y el suelo cubierto de piedras, madera y restos de toda la casa en derrumbe. Conservaba una belleza salvaje a pesar de su lamentable estado y el hecho de haber sido saqueada en su totalidad los días posteriores al temblor. 

Fue en un impulso de locura o tal vez un simple acto de compasión hacia la morada familiar, cuando decidimos amueblarla y retratarla antes de que la demoledora la destrozara para siempre. No contábamos con mucho tiempo, así que solo pudimos llevar tres elegantes sillones, comprados en la subasta del bazar de los sábados.

Conservaba una belleza salvaje a pesar de su lamentable estado…

Los colocamos al centro, alineados y viendo hacia la entrada principal. Cada pieza aportaba un absurdo a la imagen que queríamos rescatar. Si los mirabas de frente, daba la sensación de estar en el set de una película de ciencia ficción. Recordaban aquella escena de Matrix cuando el protagonista tiene que elegir entre la píldora azul o la roja. La única diferencia era la luz y el polvo que clandestinamente penetraba nuestros orificios nasales y llenaba el ambiente de una llovizna blanca cada vez que cruzabas la habitación. 

Quise recordarla así, ya sin vida evidente y a punto de sucumbir a la máquina arrolladora. Sin embargo, antes de salir por las ruinas de la puerta principal, algo fuera de lugar captó mi atención. El desastre había dejado un orificio, un boquete en una suerte de ventana. A través del agujero pude distinguir el verde de las ramas de un árbol cercano. Un verdor tan intenso que saltaba al interior con la firme intención de romper el desamparo.   

No todo estaba perdido. 


Texto y foto: Mayte Calderón Grobet


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