Tenemos diferente dieta

Por Patricia Cardona Roca

¡Anastasia, ven a comer!

Tenemos diferente dieta. Aunque a él también le gusta mucho lo que yo como, a mí no me gusta nada de lo que él come. Después de ver que en cuanto me descuido mete su hocico en mi comida y me mira con cara de culpabilidad, un día,  dije: «Verás tú este, me voy a zampar su comida». ¡Y qué asco!

Una parte nuestra se ama. Hace ya tres años que vivimos juntos. El roce hace el cariño. Pero no soporto que se coma mi comida, es mí comida, mi comida. Se come la suya y la mía. El muy perro. Tengo que hacérselo pagar. Estoy sola en esto. Yo creo que Ana se ha dado cuenta de que algo no va bien, aunque no interviene. El que no lo haga me hace sentir que está de su lado. 

Un día, enfurecida, le arañé el sofá, los jerséis y las medias a Ana y a él, me meé en su comida. Ana me castigó. A Álex pareció darle igual. Se relamía mientras engullía su comida con mi orín. O no tiene paladar o es un cerdo o me quiere ver desesperada. 

¡Alex, aparta! Eres un poco pesado. 

«Vivir así es insoportable. No puedo más. Estoy perdiendo pelo.»

Anastasia, qué nombre más cursi. Me ha robado espacio vital. Ella se puede subir al sofá y a la cama. Yo, relegado al suelo, como siempre. Ella, recién llegada, tiene más privilegios. «Alex, mira qué camita tan calentita te he comprado» me dice Ana con una sonrisa y ojos de culpa. ¿De verdad me tengo que conformar con un cojín que mide una sexta parte de tu cama y ver cómo dejas que Anastasia se tumba a tu lado? ¿Crees que no lo sé? Esa gata se va a enterar de quién manda y quién es el preferido de Ana. Me como su comida todos los días, mee o no en ella; sé que le fastidia. Después de mi paseo me lavo las patas en su agua a ver si enferma y me quedo yo solo de nuevo con Ana. 

¡Alex y Anastasia! ¡Parad ya!

Vivir así es insoportable. No puedo más. Estoy perdiendo pelo. Mi única misión en la vida es obtener la atención de Ana. Ya no disfruto de nada, ni del patio, ni del sol que entra por las tardes por la ventana, ni de la comida, ni nada de nada. Solo quiero vengarme. Lo (la) voy a matar. ¡Voy a por él (ella)!

¡Anastasia casi me saca un ojo! 

¡Alex casi me rompe una pata!

Ana nos separa y se pone a llorar. «No puedo más chicos, no puedo más. No me hagáis elegir, por favor». 

¡Ahí te quedas Anastasia!

Encierra a Alex en el baño y a mí en el despacho. Yo no paro de maullar y Alex de ladrar. Estamos los dos como locos. Oigo un portazo. Ana ha salido de la casa y me pongo triste. Sigo maullando para que todo el mundo oiga el dolor por el que estoy pasando. Alex no se da por vencido. Se le oye a él más que a mí. Bebo un poco de agua limpia que me ha dejado Ana. Pienso en ella. Yo sé que puedo salir del despacho. En un par de saltos abro la puerta. Soy más inteligente que Álex. Voy hasta el baño, dejo que me huela a través de la puerta. Entre los dos la abrimos. Salgo corriendo y me subo al sofá. Lo miro y lo invito a unirse. Me mira incrédulo; creo que está contento. Salta a mi lado y nos hacemos un ovillito para darnos calor. 

Llega Ana. Abre la puerta con un árbol de Navidad en los brazos.


Texto : Patricia Cardona

Imagen: Noélle


Escucha Tenemos diferente dieta en la voz de Anabel

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