Cavilaciones
Cómo se ríe de mí Don José Agustín
al verme descreído y ceñudo
imitando mal su canto
“Me lo dijeron muchas tías
me lo advertía mi mamá
lo repitieron mis hermanas
y yo dudaba siempre más.”
0-0-0
La eternidad puede durar lo que el parpadeo
de alguna deidad sacra o profana u olvidada
y por un momento el dios la diosa o su suma
deja de ver
su creación y continúa dibujando
constelaciones sobre los mundos.
En ese pestañazo sin fin nos amamos
disfrutamos banquetes y fenecemos
o cenamos un puñado de lentejas
nacemos y matamos
bebemos vinos olímpicos o peleones
traspapelados en algún cajón del cielo.
Hasta que una certera pedrada cósmica
o un rayo estelar borre huellas y prole
en un magnífico fin celestial y termine
para la eternidad
con las bagatelas del oro y sus ricos
con toda el hambre y sus muertos.
0-0-0
Voy errante como el mismo amor perdido
en un planeta solo de alhucemas
con sus encantadoras flores azulencas
embriagador aroma rotundo y esencial
en los amoríos
para al fin topar con un vergel en barbecho
y descubrir que soy un verbo defectivo.
En cada pulsada se va mi aliento a buscar
las graves ondas del cosmos que al chocar
lanzan estrellas y mundos que corren giran
sin detenerse a mirar y ver escuchar y oír
como vos y yo
para matar o morir de feroz indiferencia
o del obsceno parpar de una risa lejana.
Sobrevivir cada día la batalla de ese idilio
sin derrota ni victoria ni sangre derramada
y sin embargo tanto corazón partido y roto
por esta alegre indolencia de litocardio
tan mía y atroz
para al final siempre encontrar un edén
de propia y mezquina soledad altiva.
0-0-0
Los alucinados habitantes de mi pecho
insisten en desanclar las tercas razones
acunadas en la ilusión del pensamiento
y que bajo la cabellera cercan con ideas
las virtudes de la piel
impidiéndole apartarse de la estéril cordura
para seguir caminos todavía por abrir.
Entre un amor para siempre y otro eterno
todas las veces encontré un amor infinito
como el tiempo que desborda clepsidras
relojes y otros baldes desfondados
en que creemos
encerrarlo como al Amor que pretendemos
perpetuar en alguien sí amado para siempre.
Alzan los picos tus suaves colinas gemelas y
al probar esos frutos pesados hacia el mundo
ligeros en mis manos saben un poco ásperos
casi dulces cuando les sobrevuela mi beso
para luego naufragar
feliz en tus mares de miel impúdica
con su aroma de mineral oceánico.
0-0-0
Ramón H. nació un domingo electoral de 1954 en Montevideo. Fue obligado a seguir a sus padres para vivir en unas 10 direcciones diferentes hasta sus 14 años. Terminó secundaria en 1973 y se desempeñó en muchos, muchísimos oficios… En 1981 aparece su primer libro de poemas: Imágenes. En 1982 Holanda le concede asilo y allí retomó la costumbre de mudarse y cambiar de oficios hasta que recaló en la Radio Internacional de Holanda (RNW). A pesar de estar jubilado sigue creyendo que tiene 17 años. También leyó sus poemas en distintas ciudades holandesas e italianas y publicó Un Viento Llegado de Lejos (2021, Ed. Abrace, Montevideo), Jardines y Desiertos (2022, Ed. Linee Infinite, Milán) y El Instante Ineludible (2022, Ed. BiblioBarrio, Montevideo). Reside en Ámsterdam y cada domingo publica un texto en verso en El Público La Colmena, con ilustraciones de Paco.