Invitado febrero 2022: Ramón Haniotis

Cavilaciones

Cómo se ríe de mí Don José Agustín

al verme descreído y ceñudo

imitando mal su canto

“Me lo dijeron muchas tías

me lo advertía mi mamá

lo repitieron mis hermanas

y yo dudaba siempre más.”

 

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La eternidad puede durar lo que el parpadeo

de alguna deidad sacra o profana u olvidada

y por un momento el dios la diosa o su suma

deja de ver

su creación y continúa dibujando

constelaciones sobre los mundos.

En ese pestañazo sin fin nos amamos

disfrutamos banquetes y fenecemos

o cenamos un puñado de lentejas

nacemos y matamos

bebemos vinos olímpicos o peleones

traspapelados en algún cajón del cielo.

Hasta que una certera pedrada cósmica

o un rayo estelar borre huellas y prole

en un magnífico fin celestial y termine

para la eternidad

con las bagatelas del oro y sus ricos

con toda el hambre y sus muertos.

 

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Voy errante como el mismo amor perdido

en un planeta solo de alhucemas

con sus encantadoras flores azulencas

embriagador aroma rotundo y esencial

en los amoríos

para al fin topar con un vergel en barbecho

y descubrir que soy un verbo defectivo.

En cada pulsada se va mi aliento a buscar

las graves ondas del cosmos que al chocar

lanzan estrellas y mundos que corren giran

sin detenerse a mirar y ver escuchar y oír

como vos y yo

para matar o morir de feroz indiferencia

o del obsceno parpar de una risa lejana.

Sobrevivir cada día la batalla de ese idilio

sin derrota ni victoria ni sangre derramada

y sin embargo tanto corazón partido y roto

por esta alegre indolencia de litocardio

tan mía y atroz

para al final siempre encontrar un edén

de propia y mezquina soledad altiva.

 

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Los alucinados habitantes de mi pecho

insisten en desanclar las tercas razones

acunadas en la ilusión del pensamiento

y que bajo la cabellera cercan con ideas

las virtudes de la piel 

impidiéndole apartarse de la estéril cordura

para seguir caminos todavía por abrir.

Entre un amor para siempre y otro eterno

todas las veces encontré un amor infinito

como el tiempo que desborda clepsidras

relojes y otros baldes desfondados

en que creemos

encerrarlo como al Amor que pretendemos

perpetuar en alguien sí amado para siempre.

Alzan los picos tus suaves colinas gemelas y

al probar esos frutos pesados hacia el mundo

ligeros en mis manos saben un poco ásperos

casi dulces cuando les sobrevuela mi beso

para luego naufragar

feliz en tus mares de miel impúdica 

con su aroma de mineral oceánico.

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Ramón H. nació un domingo electoral de 1954 en Montevideo. Fue obligado a seguir a sus padres para vivir en unas 10 direcciones diferentes hasta sus 14 años. Terminó secundaria en 1973 y se desempeñó en muchos, muchísimos oficios… En 1981 aparece su primer libro de poemas: Imágenes. En 1982 Holanda le concede asilo y allí retomó la costumbre de mudarse y cambiar de oficios hasta que recaló en la Radio Internacional de Holanda (RNW). A pesar de estar jubilado sigue creyendo que tiene 17 años. También leyó sus poemas en distintas ciudades holandesas e italianas y publicó Un Viento Llegado de Lejos (2021, Ed. Abrace, Montevideo), Jardines y Desiertos (2022, Ed. Linee Infinite, Milán) y El Instante Ineludible (2022, Ed. BiblioBarrio, Montevideo). Reside en Ámsterdam y cada domingo publica un texto en verso en El Público La Colmena, con ilustraciones de Paco.

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